Page 28 - Catalogo Virtual Anibal Cedron en el Sivori
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quién sabe, al tiempo que golpea la espalda contra unas raíces semienterradas.
                                                    ; e inmediato se incorpora, los ojos grandes. E l cerco, un poste de telégrafo, el
                                                    aromo florecido. N o más a la derecha. C amina agachado, busca el sitio donde esta
                                                    caído el alambre tejido. L o cruza veloz y se orienta hacia la hilera de árboles, cara
                                                    al sol. E l ciprés de la punta tiene una rara disposición de las ramas en forma de
                                                    escalera que facilita trepar. C orre y se abraza a su tronco, casi sin aliento.
                                                    S ube de memoria al árbol. A media altura, un pensamiento lo detiene y se sienta
                                                    sobre una rama. E n casa deben creer que ya estoy muerto. ¿ C uándo vienen a
                                                    salvarme? , pregunta con tono de exclamación y se preocupa:  S i vuelvo a ver a
                                                    los chicos, no me van a reconocer, ni yo a ellos. T ienen que estar cambiadísimos.
                                                    N o piensa más, pero llegan los recuerdos, que martillean plenos a fuerza de estar
                                                    siempre, y funden sus imágenes al panorama de ese cementerio desconocido, a
                                                    su laberinto de cruces y calles... L a tarde primaveral en que lo apresan. E nse-
                                                    guida las tinieblas de los ojos vendados y la sensación de estar perdido. ; espués,
                                                    tirado en el suelo, los tobillos engrillados, unas voces sin respuesta, los carcele-
                                                    ros jugando ping- pong al otro lado de la celda – cosa de sueño–  y repentinamente   suyo que se turnan para golpearlo, la huída por la ventana de un pasillo, su boca
                                                    el tacazo de una bota contra el rostro, y el tipo oscuro que se agacha por detrás    reseca y el sudor frío, su carrera desesperada por la playa de estacionamiento
                                                    de él, le ajusta las vendas sobre las cavidades de los ojos y habla a su oído en     del P ozo, el azar que juega a su favor, cuando trepa a un camión frigorífico vacío
                                                    tono burlón.                                                                         que sale sin inspección, un fondo de sirenas y disparos, ese temblor de piernas
                                                    –  N o vas a poder escapar. 5 oy te mudamos a los tubos, andá sabiendo que acá,      al bajarse en una calle oscura, y el terror agazapado junto a él, un terror de conejo
                                                    en adelante, tu nombre es el ciento- siete, y para los de afuera tu identidad es una  en el refugio de la obra abandonada, mientras espera que se alejen los perse-
                                                    incógnita, porque estás de- sa- pa- re- ci- do.                                      guidores.
                                                    Afloja la mano que empuña la faca y gira su cabeza mansa hacia el sol, la vista      5 ijos de puta, asesinos.
                                                    entornada. P ero me escapé nomás. C uando pensaron que me había quedado en           S e estremece al oír lo raro de su voz y sigue rápido el ascenso por los peldaños
                                                    la tortura. S onríe... C uando pensaron que estaba muerto y me dejaron solo en la    del ciprés. 5 ijos de puta. Y todos eran iguales. T odos iguales. S e interrumpe
                                                    enfermería... S e balancea en la rama, y mira a los hombres inclinados encima        cuando quiebra una rama y esta cae con estruendo. O bserva un instante alrede-
                                                                                                                                         dor del árbol. N o nota un movimiento extraño y continú a. E l caso es recordar
                                                                                                                                         cómo ingresó al cementerio. 5 ay que mirar hacia el río y verificar la orientación
                                                                                                                                         de las vías del tren. ; el nordeste provenían los pitazos y el traqueteo caracterís-
                                                                                                                                         ticos al paso de trenes, que escuchaba dentro del P ozo. E s probable que se trate
                                                                                                                                         del mismo ferrocarril.
                                                                                                                                         E n lo alto del ciprés, se acomoda entre un penacho de ramas y contempla.
                                                                                                                                         Avanza un tren desde el norte, fulgurante de sol, y se oye la marcha que toca
                                                                                                                                         sobre sus dos cuerdas. P or un declive se aleja hacia . uenos Aires, tras la panta-
                                                                                                                                         lla de una arboleda... E l P ozo tiene que estar en esa dirección... . usca en un
                                                                                                                                         costado de la ciudad, a orillas del río, y ubica la playa de estacionamiento en que
                                                                                                                                         se camufla y a unas cuadras a su derecha, la obra donde se escondió... R ecorre
                                                                                                                                         el espacio entre los dos puntos y el cementerio, con la intención de reconstruir el
                                                                                                                                         trayecto de su fuga. A excepción del descampado, frente al cementerio, no reco-
                                                                                                                                         noce los lugares por los que anduvo al salir de la obra. E s que tomó una serie de
                                                                                                                                         calles para evitar las más controladas, de las cuales no tiene no tiene memoria...
               La derrota. 1996.                                                                                                         A propósito, estaba seguro de que se metió en la calle de tierra, que atraviesa los
               Tinta sobre tela. 100 x 110 cms.                                                                                          baldíos, sin ser observado. P ero ahora cree ver un F ord F alcón en el momento de
                                                                                                                                         internarse por esa calle de tierra. Y cómo reaparece a toda velocidad en el cruce
               Ilustración “El Ausente”. 1996.                                                                                                                                                                        Arrojados al Río de la Plata. 1996.
               25 x 35 cms.                                                                                                              con la lateral al cementerio.                                              Técnica mixta sobre tela. 90 x 140 cms.
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