Page 24 - Catalogo Virtual Anibal Cedron en el Sivori
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S e frena bruscamente ante una vereda ancha que conduce a la salida del ce-
                                                    menterio. P arece una costanera donde rompen un oleaje de voces y silencio. Q uie-
                                                    tud y movimiento, amasados desde el gemido de la bomba de agua hasta la ga-
                                                    rita de vigilancia, fuertemente iluminadas. T ambién, a veces, unas palpitaciones
                                                    violentas en su pecho, como un batir de alas en la penumbra. k utismo de sepul-
                                                    cro, canto de pájaros despiertos al filo del amanecer, y esas luciérnagas aú n en-
                                                    cendidas contra la negritud del suelo y la claridad pupilante del cielo.
                                                    S erán las cinco, es el momento. C ruza de un salto al otro lado y se echa cuerpo
                                                    a tierra. E stá un tiempo inmóvil. ; elante se levanta un terraplén empinado, visi-
                                                    ble desde el puesto de vigilancia. S i me descubren digo que no podía dormir.
                                                    Q uizás se lo creen. E n fin, que salí a tomar aire. S onríe y prosigue lentamente,
                                                    con una sensación de ciempiés en los flancos, codos, rodillas y tentáculos que
                                                    se adhieren al piso. E scalar una vez más esa pendiente le produce una tentación
                                                    de regresar a la tumba y entregarse. P ero ve el borde final, una bocanada de cielo
                                                    que asoma, y alarga los brazos y asciende.
                                                    E n la cima se desploma, los miembros flojos y resopla un rato largo, con bufidos
                                                    cortos como quejas. C erca hay una canilla de riego. S e arrastra y manotea la llave.
                                                    E l chorro salta con fuerza, aleja el cuerpo y evita el baño. A distancia prudente,
                                                    con una sola mano logra regularlo, aproxima la boca al pico y chupa grandes tra-
                                                    gos, unos auténticos estallidos en su garganta y vientre. S e aparta medio ahogado.
                                                    ; e rodillas y la cabeza hacia atrás, procura normalizar la respiración.
                                                    Aú n el cielo está a media luz: tiene tiempo para limpiarse, curar las heridas y des-
                                                    cansar. ; escansar, piensa: Una cama es todo lo que quisiera... C on cuidado de que
               Río manco de identidad. 1996.
               De la serie La presencia de lo ausente.   no caigan las cosas de los bolsillos, extiende la campera en un lugar seco, quita la
               Técnica mixta, 35 x 25 cms.          faca del cinto, y se desnuda de la cintura para arriba.  Ya falta poco, se reanima, no
                                                    pueden tardar en llegar y ayudarme... . ajo el agua, al fregarse con vigor, siente
                                                    recobrar las energías.  5 unde los dedos crispados en la barba y la desenhebra y
                                                    peina, acuciado por la evocación: Una cama, me la pasaría durmiendo.
                                                    C oncluye de enjuagarse el torso y comienza la parte más difícil: lavarse las heri-
                                                    das. P osee un resto de jabón, resguardado en una bolsita de plástico, que usa
                                                    sólo para esa tarea. ; esabrocha el pantalón y se revisa entre piernas, debajo de
                                                    la vejiga. L as llagas aú n supuran. Arden al contacto del jabón y al principio ape-
               El prisionero. 1985.
               Lápiz carbón y vendas sobre cartón. 70 x 110 cms.  nas puede tocarlas, pero de a poco disminuye la quemazón. 5 ay que juntar
                                                    coraje, nomás. L o dice y aprieta los dientes mientras las enjabona: T engo que
                                                    estar sano... Y en cuclillas frente a la canilla, hace deslizar el agua del cuenco de
                                                    sus manos por las heridas, hasta desenjabonarlas por completo.
                                                    Al fin vuelve el jabón a la bolsita y lo guarda en su campera, da unos saltos corti-
                                                    tos para entrar en calor, espera que el aire termine de secarlo, y se viste
                                                    rápidamente y se acuesta. Apoya la cabeza sobre los brazos cruzados atrás, y
                                                    mira distendido a lo alto. E l sol emerge como de una ranura y prende un ardor en
                                                    los umbrales del campo. P alpita la libertad, siente que es bueno estar vivo, respi-
                                                    rar intensamente la fragancia de un paisaje y contemplar la infinitud del espacio.                                                                       El Salto, dibujo ilustración de El ausente. 1996.
                                                    S ólo es un instante fugaz: N o debe demorarse, está aclarando y el cementerio                                                                                     Tinta sobre papel. 60 x 110 cms.
                                                    abre dentro de una media hora. L agramputa, se reprocha, cuándo tendré paz...
                                                                                                                                                                                                                       Prisionero de Auschwitz. 1985.
                                                    G ira el cuerpo y rueda llevado por el declive. L agramputa, insulta nuevamente a                                                                            Técnica mixta sobre papel. 70 x 110 cms.
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